01 julio 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 04

La noche seguía siendo fresca y húmeda. El cielo era todo una inmensidad de estrellas. Después de montar el telescopio, había que calibrar la montura, que en su caso era de las que se conocen como ecuatoriales. Para ello tuvo que nivelar la base de rotación y después, tras apuntar "a ojo" el eje de ascensión recta a la Polar, equilibrar el tubo con las contrapesas. Todo esto lo hacía con experiencia y meticulosidad, y así lo demostraba su mirada concentrada hacia los engranajes y las escalas, y su ceño ligeramente fruncido. Soltó los frenos de los ejes y no observó ningún tipo de balanceo, por lo que se dispuso a orientar el eje de ascensión recta exactamente al polo norte celeste. Esta última tarea era la más importante porque hacía más sencilla la operación de seguimiento, que en este caso, sólo necesitaba el uso de un eje. Quería observar la gran Galaxia de Andrómeda, visible a simple vista como una débil nubecilla. Es una de las Galaxias que está más cerca de nosotros, a unos 2 millones de años luz, por lo que la luz que recibimos de ella, salió de allí cuando los primeros homínidos habitaban la Tierra. Este pensamiento, el origen del Universo y de los hombres, bajo aquel firmamento imperturbable le produjo un sentimiento de temor ante lo desconocido, ante la eternidad, y hacia el más allá. Un airecillo fresco penetró en su ropa, sus pupilas se dilataron aún más y miró a su alrededor. Toda la llanura estaba a oscuras, vio las luces del pueblo a lo lejos y pensó de nuevo que alguien pudiera subir al monte donde él estaba. Se quedó quieto por un instante, no se oía nada, nada, era un silencio de ese que dicen que es ensordecedor, y la visión de su entorno no era más que la dada por la misteriosa luz de las estrellas, unas estrellas que habían visto cambios, catástrofes, guerras y los primeros pasos del hombre sobre su planeta. Habían visto las glaciaciones, la extinción de los dinusaurios y la creación de la vida. ¿De cuántas cosas más serían testigos? ¿Qué nos querrían decir? Seguía oliendo a tierra mojada, y tenía miedo a lo desconocido.

2 comentarios:

Unknown dijo...

wow
En realidad me encanta
cuando publiques tus libros los compraré todos, te convertirás en mi escritor favorito =P
tienes un no sé qué muy especial.
Combinas la interesante y fluída explicación de los procesos como mi querido Julio Verne, con una suave y romántica visión y percepción de las cosas y los senimientos.
^^ quiero leerte más seguido =D.
Gracias por estos momentos de contemplar ahí las estrellas junto con el protagonista =P.

Anónimo dijo...

Quiero estar ahí! Por un momento me has recordado un día... El profesor de Mitología nos llevó allí donde no había nadie, a tendernos sobre la hierba . A pesar de ser Junio, una humedad penetraba en los huesos pero nada importaba...nada podía estropear esa noche... Estrellas, constelaciones, mitología, dioses, heroes... sueños!

Besitos