29 agosto 2006

¡Hasta pronto!

Y si sólo fuisteis sombra
que una forma proyectaba,
porque fuisteis de la Luna
esperé.
Y si sólo fuerais esencia
de una flor prendida al pelo,
porque fuerais de una amada
esperaría.
Y si sólo seréis eco
de acordes de mi guitarra,
porque seréis bellas baladas
esperaré.

Y porque ahora sois mis obra
estad siempre alerta
eco, esencia y sombra.
No seáis hojas muertas
y os caigáis tras el verano
sed más bien como notas
para que nunca se pierdan,
y conmigo seguid soñando
para que broten sinfonías
de estos arpegios thorkianos.



Dedicado a todos los que leen este blog, y en especial a Cary y a Xydehia. Un abrazo muy fuerte a todos, y... nos vemos en las estrellas!!!

27 agosto 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 11

Como todos los de su edad, su cabeza estaba llena de planes y ambiciones. De carácter equilibrado, encajaba con relativa facilidad los pequeños reveses que le daba la vida. Se diría que tenía una cabeza bien amueblada. Nunca perdía los nervios ni hacía cosas raras. No era, como se podría pensar, frío o calculador, al contrario, poseía una gran sensibilidad, si bien es cierto, que con sus semejantes, por pudor, no exhibía innecesarias manifestaciones de afecto.

Las estrellas eran su gran pasión, y todo el mundo lo sabía. Desde pequeño sintió admiración por ellas. Procuraba dedicar un rato de estudio, al menos tres veces por semana, a la astronomía y a la cosmología. El sacerdote de su parroquia, buen amigo, decía que aquello no era más que el reflejo de su ambición de trascender, de conocer el significado de las cosas, de conocer las leyes últimas de la naturaleza, su destino y su lugar en el mundo.

Esta vez sin embargo, su cabeza era un mar en tempestad de sentimientos, ideas, recuerdos y dolor. Todo iba perdiendo sentido, lo que le había pasado era un completo absurdo, la realidad se había desmadejado en hilos incoherentes y él permanecía consciente en el proceso. La nube, el torbellino, el viaje en el tiempo, la llanura, el telescopio, eran realidades, sucesos ciertos, hechos objetivos, mas cuando se mezclaban, resultaba una realidad incongruente, ridícula e ilógica. Él estaba en medio, él era el factor que hacía absurda la situación, él era el nexo común de todos los acontecimientos.

A oscuras tanteó su mochila y buscó la linterna. Le extrañó que tuviera pilas y alumbró a su alrededor. No se veía musgo, y la tierra, muy arenosa, era de un color negruzco. No encontraba el sendero por el que subió antes, y tampoco encontraba ninguno de los árboles que le habían servido de referencia. Por puro instinto comenzó a bajar por la ladera que parecía menos empinada. No había camino ninguno. El agotamiento y el dolor de cabeza le hacían moverse torpemente. Grandes rocas de varios metros de altura bloqueaban numerosas veces su descenso y, a veces, tenía que desandar lo bajado. Cuanto más descendía, el aire parecía estar más viciado, y notaba que sus pulmones le demandaban más oxígeno del que podía ofrecerles. Su respiración era más y más agitada, quizás fuera la ansiedad, lo que aumentó sus temores y su desesperación. Dos lágrimas volvieron a brotar mientras bajaba, dibujando dos surcos en su cara tiznada de aquella arena negruzca.

Llegó a la base de la llanura. Los brazos le pesaban, tenía lastimado el tobillo izquierdo y sus manos estaban magulladas por los bordes cortantes de la roca caliza. Sus pantalones vaqueros presentaban varios cortes, y su camiseta con el escudo del Real Madrid, estaba manchada de aquella arena negruzca. La esperanza de encontrar su coche era lo único que le hacía mantenerse en pie. Quiso detenerse en el llano para tomar aire. Apoyado sobre el pie derecho, miró al cielo estrellado, pero esta vez, no veía las líneas imaginarias que dibujan las constelaciones. Sólo veía odio, luces malditas, brillos de muerte y terror. Todo el paisaje alumbrado por el débil foco de su linterna era distinto, pero la morfología de la zona era tal y como la recordaba, sólo quedaba una curva para ver el merendero y su todoterreno.

¡Estaba ahí! ¡estaba ahí! ¡su coche! Subió sin pensarlo, accionó el contacto y ¡arrancó! Su emoción era tan grande que no reparó en que no estaba el merendero. Sí se dio cuenta de que no había carretera, así, que en la noche, llorando de alegría siguió campo a través en dirección a su casa. Los dos faros del coche sólo dejaban ver arena negra y grandes rocas calizas que sorteaba a gran velocidad. Conducía como un loco entre las dunas y las rocas, el 4x4 daba grandes saltos y más de una vez tocó el suelo con los bajos. En una de éstas, pegó con una roca y rompió el faro izquierdo, pero siguió adelante embravecido. Su visibilidad se había mermado, pero sólo pensaba en salir de allí. Gritaba y gritaba de alegría, reía y lloraba a la vez.

De repente, la luz del faro derecho desapareció, no se reflejaba en nada, e inmediatamente sintió un vacío en el estómago.

[…]

De pequeña leía libros de Agatha Christie y A. Conad Doyle. Qué distinto se imaginaba entonces su actual trabajo de funcionaria en el Centro Nacional de Inteligencia. Tras varios años de carrera, unas fuertes oposiciones y tres cursos más de formación específica, su trabajo, dentro de aquella poderosa institución, casi se reducía a realizar labores administrativas. Pensaría que investigaría a los grandes capos del narcotráfico, a entramados terroristas, pensaba en labores de espionaje y contraespionaje, escuchas, altos cargos, y sin embargo, lo más emocionante que tenía que hacer hoy, era eliminar unos documentos en la destructora de papel, que dejaría aquellos informes reducidos a flecos de 2mm de anchura.

Sentada en su silla, y con los codos en la mesa, jugaba a enrollar un lápiz en un gracioso tirabuzón moreno que le caía por detrás del cuello mientras la máquina destruía tacos de 50 hojas. Su mirada volante y soñadora fue a posarse sobre el siguiente dossier que tenía que destruir. Abrió el carpetón, color añil, y apareció una fotografía de la cara de un muchacho joven, de no más de 20 años, tenía el cabello negro, un poco enmarañado, las cejas delgadas y unas gafas de pasta gruesa que escondían unos ojos pequeños y a la vez profundos. Nariz aguileña y estrecha, labios finos, barbilla afilada y mandíbulas estrechas.

Con un suspiro apagó el típico pensamiento pícaro de una soltera cuando ve un jovencito guapo. ¡Ay! si tuviera quince años menos – pensó. La siguiente foto era la de un 4x4 estrellado en el fondo de un barranco, y junto a ésta había grapados unos 40 folios mecanografiados con máquina de escribir. Se oyó un sonido brusco, la máquina se había atrancado y tuvo que desmontar la tapa e introducir otra vez el taco anterior. Hojeó, ya de pie, el dossier que había estado viendo, y que le tocaba introducir en la máquina. De su interior cayó otra fotografía. Estaban sacando a un muchacho del 4x4, llevaba pantalones vaqueros, y una camiseta con el escudo del Real Madrid. Era el muchacho de antes. Se sentó otra vez, interesada por el joven, y vio que junto a un informe médico, se adjuntaban varias fotocopias de un cuaderno en el que había anotaciones de coordenadas astronómicas y posiciones de las constelaciones. Su mirada, con el ceño fruncido, se clavó en aquellas anotaciones y en un gran sobre cerrado que había detrás sellado con un membrete que decía “Alto secreto”

25 agosto 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 10

No quiso mirar más al cielo. Bajó la vista hacia el telescopio, a un tiro de piedra, y un terrible escalofrío estremeció su cuerpo. Parecía que éste tenía vida, que tenía un mensaje para él, la clave de lo que había pasado. El tubo del refractor, cromado, reflejaba la luz de las estrellas, esta vez terroríficas para él. Su figura se alzaba en la llanura como si fuera un ser del más allá que iba a marcar su vida para siempre. Así, no pudo menos que acordarse de la obra maestra de Kubrick, del monolito, y de la humanidad.

Se acercó al ocular, tembloroso, cerró el ojo izquierda y miró por el derecho. No le hizo falta enfocar. Vio una estrella brillante, muy brillante. Se retiró para ver a qué constelación pertenecía, miró al cielo, y su cara palideció al instante.

Era Betelgeuse, la vieja y fría estrella, la alfa, de primera magnitud, de la constelación de Orión… ¿Orión? ¡Orión era una constelación invernal! ¡invernal! ¡y él había subido en pleno verano!

Midió cuatro palmos y un puño con el brazo estirado desde Orión a Andrómeda, lo que equivalía a una distancia angular de unos 90º. Las estrellas, mirándolas siempre a la misma hora, avanzan 1º en la bóveda celeste, lo que equivalía a decir que aparentemente habían transcurrido tres meses ¡era invierno!

¿Había viajado en el tiempo? La teoría de la relatividad permite viajar al futuro, es factible, el problema es tan sólo de ingeniería, de viajar a velocidades comparables a la de la luz. Retroceder en el tiempo está prohibido por la 2ª ley de la termodinámica: la entropía. Para viajar en el tiempo, es condición necesaria, deformar el espacio de una forma determinada, de modo que se sigan cumpliendo las ecuaciones de la relatividad. En concreto, habría que darle una curvatura negativa, es decir, algo así como una esfera al revés, hacia fuera. Ese tipo de curvaturas, sólo es realizable por la antimateria, puesto que la materia que conocemos sólo proporciona curvaturas espaciales positivas. La física clásica no permite dicha antimateria, o densidad de energía negativa, pero la física cuántica, bajo unas condiciones estrictas, sí. Es posible, pues, viajar en el tiempo hacia el futuro. Estos conceptos no pertenecen a la ciencia-ficción; al igual que los agujeros negros, suponen singularidades en el espacio, y su existencia fue admitida, entre otros, por Einstein, que los llamó “puentes”, hoy en día se conocen como “agujeros de gusano”.

¿Había entrado en un agujero de gusano? Un enorme, pero delgado, gajo de luz apareció sobre las montañas tras las que había visto anteriormente un resplandor, era la Luna, menguante, porque la “hoz” estaba orientada hacia la derecha. Le extrañó el tamaño, nunca la había visto tan grande. Además… cuando subió a la llanura, la Luna estaba nueva, recordaba el efecto de la luz cenicienta. Si habían pasado tres meses –según su telescopio – la luna debería estar en su cuarto creciente. No le cuadraban las cuentas: 4:00 a.m. según su reloj, tres meses más tarde según su telescopio, y un número de días múltiplo de 29 según la luna. Peor aún, en invierno, aquellas montañas estaban nevadas, y ahora se disfrutaba de una temperatura agradable.

Sus conocimientos astronómicos le dieron serenidad y confianza en sí mismo. Olvidó el dolor de cabeza, todo lo que había pasado, y empezó a hacer cálculos para resolver aquel enigma. Había apuntado las coordenadas del lugar en su cuaderno, y a partir de ellas empezaría con ayuda del telescopio, a modo de sextante, a hacer las operaciones matemáticas que le darían la solución. No podía haber viajado en el tiempo, era absurdo. Orión, es una constelación invernal, sí, se ve en las noches de invierno, pero también se podría ver en los días de verano si el sol dejara de brillar, como corre cuando hay eclipses. Lo de la luna, pensó que sería ese efecto óptico, aún sin explicación, que hace que algunos días, cuando sale ésta, parezca más grande. Pensó incluso en los fuegos fatuos, en las lluvias magnéticas, en todo, menos en viajar en el tiempo.

Orientó el telescopio al Norte y colocó el eje de ascensión recta a la latitud del lugar, con ello quedaría más o menos fijada la estrella Polar, es decir, el polo norte celeste, pero la estrella Polar no estaba. El polo norte celeste estaba cerca de Vega, en la constelación de Lira, no en la estrella Polar ¡El eje de la tierra había cambiado! El movimiento del eje de la tierra se mueve, describiendo un cono de 47º cada 2600 años, es lo que se llama el movimiento de precesión. Vega distaba, según el telescopio, 51º de la Polar.

Con la cara descompuesta soltó el telescopio, que cayó al suelo. El eco del golpe resonó en las montañas. El pueblecillo no se veía. Empezó a comprender. Todo tenía sentido: El eje de la Tierra había cambiado, las estaciones estaban cambiadas, la Luna estaba más cerca de la Tierra, su reloj se había parado y el pueblo no existía, no existía… Una simple división le dió la respuesta ¡habían transcurrido 13000 años! ¡Estaba en el siglo CL!

22 agosto 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 09

Lo que había pasado no podía ser un sueño. Estaba claro que había vuelto a la llanura. El dolor de cabeza le seguía atormentando. El aire ya no era fresco, más bien cálido y húmedo, con un ligero aroma a madera podrida. A su izquierda seguía su telescopio. Miraba al eterno firmamento, impasible a todo lo que él había sufrido. Su objetivo, impasible también, seguiría donde lo dejó, apuntando a Andrómeda. Él desde el suelo, miraba a su reflector, en su trípode, señalando como Colón hacia el Nuevo Mundo de las estrellas. Se fijó en su reloj y vio que estaba parado a las 4:00 a.m. U.T. lo que aumentó su inquietud, aquello no había sido un sueño, era la hora a la que sucedió todo, la hora a la que estaba viendo Andrómeda, lo recordaba, la hora del terror. Su reloj se había congelado en aquel momento.

Las luces del pueblo se habían apagado, no había más claridad en el cielo que la de un tenue resplandor tras unas montañas del horizonte que no recordaba, o quizás sí. Le seguía doliendo la cabeza y no quería pensar.

Sentado en el suelo pasó sus manos sobre la cabeza. Maldita afición por las estrellas la que había desembocado en aquella pseudo-pesadilla. El resto de los mortales estaría durmiendo, soñando quizás en sus anhelos, indiferentes a los misterios del cosmos. Nunca tuvo esa seguridad y se sentía incapaz de tenerla. Envidiaba a los que formaban un hogar, a los que no sabían tanto como él, y sin embargo tenían esa tranquilidad que da la ignorancia, a los que se despiertan con un abrazo, a los que tienen el asideros de los consuelos humanos. ¿Por qué no se buscaba una novia como sus amigos? Quizás necesitaba afecto en vez de respuestas ¿Por qué un muchacho joven estaba a esas horas en una llanura? Un vacío se apoderó de su alma, experimentó la angustia de la que hablaba Schopenhauer. La estrellas no eran más que el noúmeno, la representación del deseo de vivir, nada más. Por primera vez las vio como el narcótico que hipnotizaba su realidad solitaria, el tiovivo que lo alejaba de su mundo y que no llevaba a ningún sitio más que al lugar de partida.

“… Aunque tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo amor, no soy nada” (S. Pablo, S. I dC)


Su fe se tambaleó, y arropado por la roca de la llanura se encogió, y volvió a mirar las estrellas, y brotaron dos lágrimas como dos estrellas fugaces.

Las estrellas lo seguían mirando, como lo habían estado mirando toda la noche, como miraban a otros cazadores y como llevaban mirando a la humanidad desde siempre.

Capella, estrella de primera magnitud, la cuarta más brillante del Hemisferio Norte, se reflejó en sus ojos húmedos. Estaba en la constelación del Auriga, un gran pentágono en el cielo cuyo origen no está muy claro. La mitología griega apuntaba al carro de oro de Poseidón, sin embargo en los mapas celestes más antiguos aparece una extraña figura de un hombre sentado con una cabra en sus brazos. Quizás se deba a que Capella en latín signifique cabra, y tenga que ver con el mito de que Zeus fue amamantado por una cabra. No lo quería saber ni le importaba.

Siguió mirando al horizonte: El Auriga, y después Perseo, el valiente guerrero que cortó la cabeza de Medusa y rescató a Andrómeda, sí estaba allí, a su lado, con sus padres Cefeo y Casiopea… Capella, el Auriga, Perseo y… ¡Andrómeda! ¡Andrómeda estaba en el horizonte! ¿Andrómeda en el horizonte? Su cara se volvió aún más pálida.

¿Hacia dónde apuntaba entonces el telescopio?

17 agosto 2006

Cine: "Tiovivo c.1950"



Hoy el día está nublado, está lloviendo, y me ha venido a la memoria esta entrañable película de José Luis Garci sobre la vida en el Madrid de los años 50. Es tierna, nostálgica, y retrata muy bien la sociedad de la época. Bueno, un servidor no existía por aquellos entonces, pero no es muy distinto de lo que me imaginaba al leer las novelas de Unamuno, Cela o Baroja.

La película en sí, no tiene argumento, son varias historias sobre la supervivencia, la economía, la pasión y la creatividad de aquellas gentes; y sus historias, sus romances, su vida en asuntos cotidianos: el banco, los toros, el trabajo, la parroquia, la mendicidad… Creo que refleja bastante bien la sociedad de entonces sin caer en los tópicos sobre España de siempre.

El reparto es genial, lo mejor de nuestro cine: Fernando Fernán-Gómez, Alfredo Landa (en su papel está magistral), Andrés Pajares (aquí no sale de persigue-faldas), Antonio Dechent, Ramón Langa (el que dobla a Bruce Willis), Agustín González (me encanta), Enrique Villén, Francis Lorenzo… y muchos más. Son actores, algunos, no muy conocidos porque no han estado bien dirigidos, pero que aquí, ponen de manifiesto su capacidad interpretativa. Sí que hay que decir que, en mi opinión, algunos actores no dan la talla. Tiene algún toques surrealistas y otros bastante cómicos. La ambientación es muy buena, y la fotografía genial. La banda sonora es preciosa, sobre todo en la parte de los créditos.

Para los que hayáis visto “Ninette” (es la misma productora) veréis que se repiten los actores y los decorados, y para los que sigáis a Garci, decir que está muy en su línea, al estilo de “You’re the one”

En fin, es que me gustan las películas de Garci, y creo que ésta puede ser el acompañante ideal de una tarde de lluvia y de unas buenas palomitas.

Nota personal: 7


Corrían muy malos tiempos,
pero vistos a distancia
quizá fueran los más nuestros

(Manuel Alcántara c.1950)

16 agosto 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 08

Su cuerpo se volvió entonces luminiscente, de un tono rojizo, y se empezó a estirar como un elástico hasta triplicar su tamaño, y su grito se volvió cada vez más grave y ronco hasta hacerse el silencio.

Ya no había nada, ni siquiera oscuridad, quizás fuera la Nada de la que hablaba Ende, sin embargo él estaba ahí, su conciencia e identidad seguían existiendo. Lo que quedaba era su componente espiritual, su alma. Como hombre sin cuerpo, estaba mutilado, y aún así, seguía existiendo. Por supuesto, era incapaz de realizar las funciones que precisan de la fisiología humana, como pensar y percibir, propio de un sistema nervioso, neuronal y sensorial del que él carecía, mas conservaba las facultades del alma, que son la inteligencia, voluntad e identidad absoluta, aunque esto último habría que matizarlo.

Como espíritu, no podía percibir el paso del tiempo, ni el vacío, ni el silencio… nada, no había nada.

Una fuerte sacudida hizo estremecer sus sentidos anulados, un grito sonó, esta vez más fuerte; hubo confusión, calor y destellos durante un tiempo indeterminado. Volvía a tener cuerpo, un cuerpo amorfo que era incapaz de controlar. Lo atormentaba un agudo dolor de cabeza, una terrible sensación de angustia y un mareo que le produjo arcadas vacías. Su sentido de la orientación estaba afectado, y el verse en pie y creer estar cabeza abajo le produjo aún más ansiedad. Su sistema motor no reaccionaba a los impulsos de su cerebro, y no conseguía más que retorcerse por el suelo. Las sinapsis neuronales estaban alteradas, su cuerpo, además de deformado, no reaccionaba, no funcionaba. Le vino un sentimiento de vértigo, como si todo se moviera en torno a él a gran velocidad cuando en realidad no había nada. Gritó, gritó y gritó, y su boca sólo producía espumarajos. Un pinchazo en la espalda indicó que su corazón había dado el último latido. Su cara desfigurada era la imagen misma del terror. Ahora sentía frío, un frío que se podría decir infernal… Y todo desapareció.


De nuevo silencio. Se oía latir un corazón, quizás fuera el suyo, que le trajo un poco de paz. No quería pensar, pero supo que tenía nuevas impresiones en su cerebro. Junto a sus recuerdos, había nuevos registros: imágenes, pensamientos, comocimiento, sentimientos, situaciones… lo supo, mas no quiso pensar.


Y ahora, si estaba en lo cierto, la pregunta correcta no era dónde había estado, sino cuándo.

12 agosto 2006

Pequeña pausa

Hola a todos los que le echáis un vistazo periódicamente a este blog. Llevo un tiempo sin escribir, es cierto, no estoy de vacaciones, más bien al contrario. Tengo material preparado para poner aquí, pero quizás no sea lo más indicado en este momento. Circustancias externas me han robado la inspiración. Tengo muchas ideas en la cabeza y no soy capaz en estos momentos de articularlas en palabras para poder transmitiroslas.

Muchas gracias por vuestros comentarios, es lo que me anima a intentar recuperar la inspiración.