28 julio 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 07

No supo decir cuánto tiempo estuvo así, pero sin saber cómo, se encontró flotando en una inmensidad oscura, y rodeado, aunque de forma más sutil, por aquella neblina rosada y verde que lo había estrujado anteriormente. Había perdido el sentido de la orientación, no había gravedad, y la única referencia que tenía para establecer su orientación espacial eran las corrientes de aquel misterioso efluvio que parecía cambiar de densidad a voluntad y tener vida propia. Miles de puntos brillantes acompañaban al gas, enrollándose a su alrededor y haciendo un movimiento rotacional parecido al que realizan las partículas en un atractor de Lorentz. La nube se extendía hasta donde la vista no alcanzaba a ver. Era, así digamos, como una especie de cilindro vaporoso, con el diámetro de diez hombres puestos unos encima de otros que se ondulaba como un dragón, y que se movía en el espacio como lo hacen las serpientes marinas y esos ápodos de la familia de las murénidas. A ratos, se movía a una velocidad de vértigo, y otras veces disminuía su velocidad, pero nunca se le veía el fin. A veces, aquella neblina parecía revolverse para rodearlo con gran agilidad, quedando alrededor suyo un bucle de polvo brillante que se desvanecía lentamente como hacen las estelas que dejan las turbinas de los aviones.

No paraba de dar vueltas, de retorcerse, de subir y bajar, al igual que sus pensamientos, que se agitaban compulsivamente en su cabeza ante aquel mundo tan inexplicable.

¿Tendría aquello movimiento propio? ¿Tendría entidad en sí mismo? ¿Qué fuerzas misteriosas lo impulsaban? ¿Qué elementos componían su estructura? ¿Cómo había ido a parar allí? Estas y otras preguntas le fueron asaltando, a la vez que un temor cada vez más grande al sentirse inferior y a merced de un ser incomprensible, en forma de dragón cósmico-nebuloso, o en otra forma quizás, que no podía percibir y cuyas manifestaciones en el pobre mundo cuatridimensional de la existencia humana eran aquel polvo astral que circulaba y circulaba rodeado de pequeños puntos luminoso a gran velocidad por un espacio infinito.

Tras varios minutos, aquella corriente atravesó su mano, o su mano atravesó la corriente, y vio como ésta, sin dolor, se deformaba y se tornaba de un color rojizo, como un metal al rojo vivo ¡su propia mano! Primero, un gesto de espanto, y después, después comprendió dónde estaba.

20 julio 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 06

Una neblina empezó a subir por la falda de la montaña. Era una niebla blanquecina, que se distinguía de la oscuridad del paisaje. Tras unos minutos, la montaña quedó aislada, como un islote flotando en un mar de nubes luminiscentes. Estaba extrañado, no sabía qué era aquello, tan extraño y a la vez tan bello. ¿Sería acaso el limbo? Aquel mar parecía tener vida, y pronto distinguió pequeños remolinos, corrientes y turbulencias, de una especie de finísimo polvo rosado, con vetas verdosas a modo de vapores, y miles de puntos brillantes, no más grandes que un grano de arena. Se parecía al polvo interestelar que dibuja esos hermosos cúmulos luminosos multicolores de las galaxias. En medio, destacaban cinco puntos muy brillantes, tres blancos y dos más azulados, que se movían de un sitio a otro de forma caótica, a diferentes alturas, entre aquellas corrientes misteriosas.

No podía ser la aurora boreal, porque en aquellas latitudes no se daba, ni red-sprites, esas formas enormes rojizas que aparecen en el cielo durante algunas tormentas, a veces con forma de fuegos artificiales, y que comunmente se llaman duendes. No eran blue-jets, enormes chorros cónicos que surgen de las nubes hacia arriba a más de 20km, ni elfos, un hermoso fenómeno instantáneo que se ve desde las aeronaves y que consiste en un impresionante anillo de relámpagos a 100km de altura. Tampoco podían ser fuegos de San Telmo, ese fenómeno eléctrico que se da en las tormentas marinas, y que hace que se vean largas lenguas de fuego en el cielo que pueden durar varios minutos. No era nada eléctrico porque ya no olía a tierra mojada, que es el olor del Ozono que se gorma cuando las descargas eléctricas modifican la molécula del Oxígeno atmosférico… Pero entonces ¿qué era aquello?

La nube alcanzó la llanura, y lo envolvió. Estaba templada y no olía a nada. Cada vez era más espesa y más brillante. Fue entonces cuando tuvo miedo de verdad, cuando dejó de ver el suelo, el telescopio y su mochila, para sólo ver el polvo cósmico que lo rodeaba y lo estrujaba, de forma tan intensa, que oprimía todo su cuerpo. Los puntitos brillantes se deslizaban entre sus piernas y sus brazos, y después subían hasta su cuello, una y otra vez. En el silencio infernal, sólo se escuchaba su respiración agitada, su corazón excitado y sus quejidos de temor y angustia. Aquella masa galáctica se volvió tan fulgente que tuvo que cerrar los ojos. Se enrollaba más y más a su alrededor y empezó a sentir nauseas, cada vez le costaba más respirar porque tenía sus pulmones aplastados, se estaba asfixiando. Perdió el sentido de la orientación y no se dio cuenta de que aquello lo levantó del suelo. No podía moverse, sentía una enorme presión por todo su cuerpo, lanzó un grito espantoso que sonó ronco y entrecortado y que terminó con el último hálito de sus pulmones.


18 julio 2006

Auténtico

No me digas que eres tolerante cuando no toleras a los que no piensan como tú, ni que no tienes prejuicios cuando antes de conocerme me pusiste una etiqueta. No me digas que eres pacifista si no luchas por la paz, ni que eres apolítico, o que la política es para los corruptos; dime mejor que todo te da igual, y que no quieres complicarte la vida por los tuyos. No me hables en lenguaje de género ni me digas cosas políticamente correctas, porque entonces tú también serás un tópico.

No me digas que eres joven y que eres el rey de la fiesta, no me lo digas si no tienes ideales, ni inquietudes, si no tienes hambre de vida. Tampoco digas que eres joven si no quieres derribarlo todo y empezarlo desde cero, si no quieres cambiar el mundo, si no quieres ser héroe, no me digas eso si no te arde un corazón guerrero.

No me digas que vives la vida si nunca has visto de cerca a la muerte.

Decías que eras buena gente, legal, y no saludabas a los que no eran tus amigos. Aquellos pobres desgraciados, siempre eran culpables y no pensabas en que pudieron ser víctimas.

Te evadías escuchando tus mp3s y sólo fuiste capaz de amar a esa persona, por eso cuando se acabó lo vuestro, el mundo también se acabó. No fuiste capaz de amar a nadie más.

No me digas que eres libre porque te atan muchas cadenas ¿te las digo? Siempre son las mismas ¿es que no las ves? ni me digas que eres distinto, ni auténtico, porque sé donde ir para encontrar a más como tú.

(Continuará...)


10 julio 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 05

Sus temores no habían pasado, la noche se había vuelto aún más fría, y la brisilla le calaba en los huesos. Sacó de la mochila una manta polar que llevaba a propósito, porque en una montaña como aquella, por las noche, la temperatura podía caer hasta quince grados. Se tapó la cabeza con ésta, seguía asustado, y se reclinó sin querer hacer ruido, sobre unas grandes rocas que descollaban la llanura. Regazo maternal de la Naturaleza que acurrucaba a uno de sus hijillos curiosos.

El abrigo de las rocas estaba orientado al Este, donde se adivinaba el camino que lo había llevado a la planicie. Más calmado ya, con la cabeza aún cubierta, volvió a levantar la vista hacia la costelación de Andrómeda, y a su alrededor, vio la de Pegaso al Este, Perseo al Oeste, y Casiopea y Cefeo al Norte, ocupando un trozo grande del firmamento. Entonces, la quietud de la noche, el olor a tierra mojada, y esa especie de encantamiento que produce la luz de las estrellas, le hicieron evocar aquella historia…

La joven Andrómeda era tan hermosa como su madre, Casiopea, que junto a Cefeo eran los reyes de Etiopía. La reina solía presumir de su exótica belleza, llegándose a comparar incluso con las Nereidas, las ninfas del mar, las protegiadas de Poseidón, el dios de los mares. Estas se ofendieron y se quejaron contra Poseidón, que montó en cólera y mandó sobre Etiopía una gran inundación y un terrible monstruo marino, Cetus, para que acabara con los hombres. Perseo y Casiopea, asustados y sintiéndose culpables, consultaron el oráculo de Ammon, que les dijo que debían entregar su hija Andrómeda al monstruo, encadenándola desnuda en una roca junto al mar. Cefeo no aceptó, pero su hija quiso expiar la arrogancia de su madre, y voluntariamente aceptó el sacrificio.

Apareció entonces Perseo, en su caballo alado Pegaso. Volvía de matar a Medusa, la única Gorgona mortal, en cuya cabeza y cintura se enroscaban serpientes, y todo aquel que la miraba, quedaba convertido en piedra. Cuando Perseo vio a la hermosa Andrómeda encadenada, bajó a la roca y se enamoró de ella. Fue a hablar con Cefeo y Casiopea para pedirles la mano de su hija si mataba al monstruo marino. Perseo, junto con Pegaso lucharon contra Cetus, al que consiguió matar, convirtiéndolo en coral, tras enseñarle la cabeza de Medusa que llevaba guardada en una alforja. Liberó así a Andrómeda, que rehusó casarse con él porque ya estaba prometida con Agenor. Perseo luchó contra él y contra su ejército, al que acabó petrificando con la cabeza de la Gorgona. Tras esto, se casaron felizmente, y tuvieron seis hijos. A su muerte, Atenea situó en el firmamento a Andrómeda, entre Perseo y su caballo Pegaso, y encima a sus padres, los Reyes Cefeo y Casiopea.

Todavía hoy, se pueden ver en el cielo, en las noches de Agosto uno de los espectáculos más hermosos que nos pueden regalar la naturaleza, las Perseidas, en honor a los hijos de Perseo, una preciosa lluvia de estrellas fugaces: restos de un meteorito para los científicos, y miles de deseos para los románticos...

Y así, contemplaba las estrellas, y se le fue el temor, y tapado con la manta, siguió observando, mientras el aire volvía a ser freco, húmedo y mágico. Una sonrisilla se esbozaba en su rostro y un brillo estelar chispeaba en sus ojos.


06 julio 2006

Dos manos

Dedicado a todos los que leen este blog


Bajo un manto de estrellas
en la tierra de un pinar
pensando en las cosas bellas
contigo empecé a soñar.

Todo fue al mirar la Luna
eterna, bruñida, de nácar
y verla en el lago rielar
serena, embrujada, de plata.
Dos manos que se rozaron
y un fulgor en las miradas.
Dos miradas que detuvieron:
la Tierra cuando giraba,
el tiempo que transcurría,
y la brisa de madrugada.
Dos miradas que la Luna
convirtió en un cuento de hadas,
y así, las manos que rozaron
ahora están entrelazadas.

Las miradas siguen fijas,
ingenuas, puras, francas
y en la cara sonrisillas
alegres, cariñosas, turbadas.
El aroma de los romeros
desciende por las montañas,
y al bosque que espera en silencio,
no le hacen falta palabras.
Los ojillos que se miran
parece como que hablaran,
porque encima de un lago oscuro,
bajo una noche estrellada,
ha consagrado la Luna
dos almas enamoradas.

Espero que os guste este poemilla, para descansar un poco de los posts de cine y de “El cazador de estrellas”, aunque pronto volveré a la carga, no os libraréis de ellos tan fácilmente.

Cine: "Labyrinth"



Sí, sigo hablando de cine, esta vez sobre otra de las películas que marcó mi infancia y la de muchos de mi quinta, se trata de "Dentro del laberinto", dirigida por Jim Henson (Fraggel Rock, los teleñecos o muppets, Cristal Oscuro) coproducida por George Lucas (qué voy a contar) con David Bowie (que también hace de cantante) y Jennifer Connelly (Réquiem por un sueño, Dark water, Hulk, Una mente maravillosa) como actores principales. La calidad de la película es excelente, como todas las de la factoría Henson, llena de efectos especiales "manuales", la puesta en escena es sobresaliente, y los actores, incluyendo los muñequicos, son geniales. Sin embargo, por encima de todo esto, está la fantástica atmósfera del laberinto, en la que es fácil sumergirse, lleno de secretos, misterios, lugares mágicos, aventuras y seres extraños y divertidos. Bowie está en su papel, el Rey de los Goblins: algo malvado, enigmático y misterioso. Jennifer Connelly interpreta a Sarah, una muchachita egoísta, y soñadora cuya conducta se dulcifica al conocer a Hoggle, al gran Ludo o al valiente Dídimus, sus entrañables compañeros de aventuras, y que le muestran el verdadero sentido de la amistad y el compañerismo.


La película, que más bien es un cuento, es para fans de la oscarizada Connelly, para los seguidores ochenteros de David Bowie, para los incondicionales de los muñecos de Henson, para los coleccionistas de las producciones de George Lucas, y para todos aquellos que, sin importar la edad, siguen teniendo algo de niños.

Nota personal: 9

01 julio 2006

Le Chasseur d'Etoiles. Parte 04

La noche seguía siendo fresca y húmeda. El cielo era todo una inmensidad de estrellas. Después de montar el telescopio, había que calibrar la montura, que en su caso era de las que se conocen como ecuatoriales. Para ello tuvo que nivelar la base de rotación y después, tras apuntar "a ojo" el eje de ascensión recta a la Polar, equilibrar el tubo con las contrapesas. Todo esto lo hacía con experiencia y meticulosidad, y así lo demostraba su mirada concentrada hacia los engranajes y las escalas, y su ceño ligeramente fruncido. Soltó los frenos de los ejes y no observó ningún tipo de balanceo, por lo que se dispuso a orientar el eje de ascensión recta exactamente al polo norte celeste. Esta última tarea era la más importante porque hacía más sencilla la operación de seguimiento, que en este caso, sólo necesitaba el uso de un eje. Quería observar la gran Galaxia de Andrómeda, visible a simple vista como una débil nubecilla. Es una de las Galaxias que está más cerca de nosotros, a unos 2 millones de años luz, por lo que la luz que recibimos de ella, salió de allí cuando los primeros homínidos habitaban la Tierra. Este pensamiento, el origen del Universo y de los hombres, bajo aquel firmamento imperturbable le produjo un sentimiento de temor ante lo desconocido, ante la eternidad, y hacia el más allá. Un airecillo fresco penetró en su ropa, sus pupilas se dilataron aún más y miró a su alrededor. Toda la llanura estaba a oscuras, vio las luces del pueblo a lo lejos y pensó de nuevo que alguien pudiera subir al monte donde él estaba. Se quedó quieto por un instante, no se oía nada, nada, era un silencio de ese que dicen que es ensordecedor, y la visión de su entorno no era más que la dada por la misteriosa luz de las estrellas, unas estrellas que habían visto cambios, catástrofes, guerras y los primeros pasos del hombre sobre su planeta. Habían visto las glaciaciones, la extinción de los dinusaurios y la creación de la vida. ¿De cuántas cosas más serían testigos? ¿Qué nos querrían decir? Seguía oliendo a tierra mojada, y tenía miedo a lo desconocido.