INFORME PSICOLÓGICO-LABORAL
En respuesta a la petición del departamento de RRHH, y a fin de evaluar las capacidades facultativas del sujeto en relación a la labor actualmente desempeñada en su puesto de trabajo, le comunico el resultado de nuestro estudio.
La evaluación se llevó a cabo con la absoluta cooperación del sujeto, quien en todo momento se mostró receptivo al proceso. Las pruebas psicométricas para precisar habilidades y capacidades se pueden calificar como válidas y fiables, mientras que el resultado de los análisis grafológicos combinado con otros tests proyectivos, ha resultado determinante con los siguientes resultados:
La capacidad intelectual del sujeto, se puede enmarcar dentro del rango medio-alto, su proceder es metódico, y no presenta signos preocupantes de carácter profesional a excepción de sus pautas de conducta grupal. Su calidad empática es alta, sin embargo, se ha detectado una baja integración socio-laboral, y unos resultados comportamentales poco habituales en relación a otros individuos que realizan similares tareas profesionales. El sujeto presenta un claro retraso emocional que le impide establecer lazos afectivos en su entorno más cercano. El análisis del campo gráfico y del gestotipo lleva a pensar que estamos ante una persona soñadora y de inteligencia creativa. La personalidad es débil y reservada, en paradójica contraposición a un carácter firme y templado. Capta muy bien la información del entorno, aunque su valoración es radicalmente distinta a la que cabría esperar. Muestra un desequilibrio en cuanto a los sucesos que experimenta y la actuación ante ellos frente a sus compañeros de trabajo, para refugiarse en su modo de interpretar la realidad que le lleva a actuar por criterios poco comunes y frecuentemente infantiles.
Sin ánimo de ser exhaustivos, y con la voluntad de evaluar el prefil de productividad de esta empresa, tras considerar el análisis, consideramos que el sujeto, en cuanto a su retraso afectivo-emocional, no está capacitado para desarrollar todas las capacidades que exige su actual puesto de trabajo.
Fdo.: Jefe de sección de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones (PTO)
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Hace varios días que no escribo en este diario. La frenética actividad de la última semana, no me ha dejado tiempo para mí, y no es que hoy esté menos atareada, pero necesito plasmar un gran sentimiento como los cientos que llevo escritos en estas hojas desde que era niña. Esta mañana han despedido a mi compañero de trabajo. Era muy tímido, y no se mezclaba con nosotros, no sobresalía en nada y solía permanecer en un segundo plano, sin embargo, tenía siempre una sonrisilla para regalar, y sus ojos pequeños parecían querer decir muchas cosas. Los chicos de la oficina le daban consejos, le invitaban a salir, pero él siempre les devolvía su sonrisa, y esa mirada profunda de amigo. No sé por qué, pero sin tratar con él, sabías que era alguien en quién se podía confiar, como si lo conocieras de toda la vida. Reconozco que he deseado muchas veces encontrármelo por el pasillo para que me regalara alguna de sus pocas palabras en mis momentos más difíciles. Ahora, me arrepiento de no haberme esforzado en conocerlo más.
Se marchó sin despedirse de nadie mientras estábamos almorzando en la cafetería, pero nos ha dejado un regalillo a cada uno en nuestra mesa. A mí, me dejó una bolsita de caramelos. Con este gesto infantil, nos robó a todos una sonrisa, y esta noche, aquí en mi cama junto a mi marido ya dormido, la sonrisa se ha transformado en lágrimas. Bajo las frías luces fluorescentes, él era una llamita que daba luz y calor. Entre corbatas, tacones, Chanel, carteras, y rostros bruñidos con cremas y rayos UVA, entre ambiciosos businessman y estilizadas ejecutivas, él era la única persona con corazón de aquella jungla de oficinas. Él estaba allí para regalarnos su silencio y su mirada cariñosa. Algunos pensaban que era un ingenuo, pero sólo con una bolsita de caramelos me ha hecho más humana, y gracias a él, hoy quiero más a mis compañeros, a mis amigos y a mi marido. No me preocupa que le hayan despedido, porque sé que su felicidad no está en el dinero o en el éxito, sino en hacer felices a los demás, y lo ha conseguido.
Ha sido una de esas personas que te encuentras en la vida, te marcan, y desaparecen. Conocerle pudo ser una casualidad, o quizás fuera el destino... no lo sé. De lo que sí estoy segura es de que por muy mal que lo hiciera en el pasado, por muchos errores que cometiera, cuando lo conocí, estaba en el camino adecuado.
Se marchó sin despedirse de nadie mientras estábamos almorzando en la cafetería, pero nos ha dejado un regalillo a cada uno en nuestra mesa. A mí, me dejó una bolsita de caramelos. Con este gesto infantil, nos robó a todos una sonrisa, y esta noche, aquí en mi cama junto a mi marido ya dormido, la sonrisa se ha transformado en lágrimas. Bajo las frías luces fluorescentes, él era una llamita que daba luz y calor. Entre corbatas, tacones, Chanel, carteras, y rostros bruñidos con cremas y rayos UVA, entre ambiciosos businessman y estilizadas ejecutivas, él era la única persona con corazón de aquella jungla de oficinas. Él estaba allí para regalarnos su silencio y su mirada cariñosa. Algunos pensaban que era un ingenuo, pero sólo con una bolsita de caramelos me ha hecho más humana, y gracias a él, hoy quiero más a mis compañeros, a mis amigos y a mi marido. No me preocupa que le hayan despedido, porque sé que su felicidad no está en el dinero o en el éxito, sino en hacer felices a los demás, y lo ha conseguido.
Ha sido una de esas personas que te encuentras en la vida, te marcan, y desaparecen. Conocerle pudo ser una casualidad, o quizás fuera el destino... no lo sé. De lo que sí estoy segura es de que por muy mal que lo hiciera en el pasado, por muchos errores que cometiera, cuando lo conocí, estaba en el camino adecuado.