27 marzo 2018

Danza

Tú y yo danzamos: dos y uno; uno y dos.
Primero tú y luego yo; después tú y antes yo.
¿Hasta dónde llegaremos, mi amada?
Por aquí ya no hay camino, no oímos a nadie.
Los viejos se quedaron atrás conversando en el cruce del leño de roble astillado.
—Los viejos hablan y hablan, pero no aman.
Sólo la espalda del Artista se deja ver entre las nubes:
«Os hice para contemplar».
Un dolor anuncia la muerte y la fragilidad; no podemos ser más de lo que somos, pero el Artista nos ha dado ya el brillo excelso de lo que mañana seremos.
«¿Parecer? ¿belleza? ¿hermosura?» —calla el Artista, mientras con sus manos amorosas imprime vida a un retazo de seda verde que también danza alrededor de los amados.
¡Qué hermosa eres amada!
 La danza se hizo para los enamorados.
El artista tiene en sus manos el leño de roble y lo acaricia con cariño de sabio, de genio, de esposo y de padre.
Labra en él un rostro para los que saben mirar, y le da vida.
¿Tú sabes cómo se llaman esas flores moradas que se abren a nuestro paso?
—«son violetas, amado».
Ahora sé que la música no nos empuja, sino que nos atrae.
El retazo de seda verde llega de nuevo hasta el artista y lo guarda en una caja que dice: «Os hice para contemplar».

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