06 diciembre 2006

Wendy. Parte 04

Don José… no sé cómo decirle esto. Ya sabe que no soy mu listo, y no quisiera que me tratara por loco, pero es que estos últimos días en la sierra me ha pasado algo muy raro, y no le he podido encontrar explicación.

Cuando subí, me tuve que quedar con las ovejas, porque se ha derrumbado el techo de la cuadra de Don Luis, y no puedo dormir allí como otras veces. Durante el día no tenía mucho que hacer, así que estuve cortando té, buscando algunas setas, patatas silvestres, y preparando con espartos una cueva pequeñica para pasar allí la noche.

La tercera noche, Don José, hice una fogata para cocer las patatas que encontré, cuando vi una luz en la cueva grande, que salía del interior. Parecía como si estuvieran quemando magnesia. Se fue haciendo cada vez más grande, hasta que salió una muchacha. Mire usté, Don José, a mí me temblaban las piernas. Las ovejas, que estaban durmiendo, se despertaron y se hicieron un corro en la cuevecilla donde yo estaba. La chiquilla parecía perdida, y me miraba, Don José, no vea usté el miedo que tenía yo. La voz casi no me salía del cuerpo, y le dije: “niña ¿te has perdido?” No me contestó, y se acercó a mí, y me miró otra vez, y se dio la vuelta, y se metió otra vez en la cueva. Al principio no sabía quién era, pero luego, Don José, luego…

(En este momento se le escapó una lagrimilla)

Don José, yo soy huérfano, ya lo sabe usté. Me criaron en el orfanato hasta que me recogió mi tío pa llevarme con las cabras. Allí, Don José, sólo tenía una amiga, no lo recuerdo, pero creo que también era huérfana, y como nos mantenían separados a los niños y a las niñas, sólo nos veíamos en los recreos a través de una alambrada, y en el comedor. Yo nunca me escapé de allí, porque una vez lo intenté y me gané unos azotes que todavía me duelen, pero ella, de vez en cuando, saltaba la cerca y venía a mi barracón, y hablábamos a través de un ventanuco toda la noche. Me decía que quería volar, que quería ser la madrecita de todos los niños huérfanos, y también me decía que yo era un gallina porque no me atrevía a escaparme de mi barracón. Un día ya no la volví a ver, me quedé otra vez solo, y así, hasta que me recogió mi tío.

Lo que le decía, aquella noche no pegué ojo, Don José, y a la mañana siguiente no me quería ni acercar a la cueva. La niña que había visto era la del orfanato.

Por la noche, las ovejas se pusieron nerviosas, yo no quitaba la vista de la cueva, y empezó a verse luz otra vez. No he pasado más miedo en mi vida. Y la luz cada vez más grande hasta que salió ella. Le pregunté acongojado: “¿eres un fantasma?” y no me respondió. Caminó hacia mí, y de repente comenzó a brillar más, y sin abrir la boca me dijo: “¿ya no te acuerdas de mí?” luego volvió a entrar, y la luz se apagó otra vez.

Don José, ya sé que todo lo que le cuento parece muy raro, pero sabe usté que nada gano yo contándole esto, más que usté piense que me he vuelto loco, pero es que esa chiquilla es la niña del orfanato. No sé como explicárselo, pero aunque no me dice nada, parece como que habláramos, y como si nos conociéramos de toda la vida y como si charláramos por aquel ventanuco… yo no quiero ser cobarde como cuando era chico. Don José, luego cuando me dormí, soñé que era chico otra vez, y que volábamos por la sierra, y que pasábamos por encima de las ovejas, y de la cueva, y que nuestras ropas eran brillantes y lo llenaban todo de luz.

No le he dicho a nadie esto más que a usté, y no me tome por loco. Desde crío he trabajado, nunca le he hecho mal a nadie, y siempre fui honrado y servidor con mis patrones. Ahora le pido a usté que me deje marchar con ella, no se lo puedo explicar Don José. El hijo del Pedro es muy buen cabrero y seguro que puede cuidar mejor que yo sus rebaños. No le cuente a nadie esto. Cómo me gustaría poder explicárselo, Don José, cómo me gustaría explicárselo.

(y derramó otra lágrima)


Y esta es la historia de Germán. Le pregunté a Conchita qué opinaba de todo aquello. Sus ojillos brillaron y me dijo que cuando oyó la historia, creyó que la muchacha era Wendy, que existían las hadas, que soñaba con irse con ella y con Germán a volar por la sierra y entrar en la cueva hacia el país de Nunca Jamás, y que su madre le regañaba porque estaba siempre pensando en aquellas tonterías. Mientras me contaba esto, me quedé mirando la figura de la simpática ancianita, pensé en todo lo que había vivido, en la niña soñadora que fue, y que ahora con más de 80 años, al mirar el prendedor que llevaba en su pelo blanco con forma de mariposa, seguía siendo.

* * *

La manía de buscarle explicación racional a todos los sucesos me llevó a pensar en algún tipo de seta alucinógena, que Germán, sin saberlo, ingirió. Quizás monguis, unos hongos del género de los psilocibos con propiedades tóxico-psicotrópicas. Germán no sabía leer, y en sus años más jóvenes, la dura niñez que atravesó, hace suponer que oyó pocos cuentos. Puede que el de Peter Pan le hiciera retroceder y recuperar el único retazo de la infancia que conservaba. Aquella amiga que no volvió a ver más, regresó con la pluma de J. M. Barrie, por la voz de Remedios, y de la mano de los monguis. Sin saberlo, habían abierto la caja que Germán llevaba en lo más profundo de su ser, y había salido un niño pastor que se lo llevó volando por la cueva hacia la felicidad que nunca tuvo.

Hace un mes, solicité los permisos que hacen falta para entrar en la cueva, y me los han concedido. Cuando tenga algo más de tiempo, organizaré con varios amigos y familiares una visita. No sé si podré ir con la curiosidad que me despertó en un primer momento el portón de hierro que sellaba su entrada, o con el recuerdo de esta historia, y de que allá, en los abismos de la tierra, encontraré el nuevo mundo que buscó Germán.

“Si ahora viésemos a Wendy, advertiríamos como su cabello se tornaba blanco y su figura se empequeñecía otra vez, pues todo eso sucedió hace ya largo tiempo. Juana es ahora una vulgarísima mujer casada y tiene una hija que se llama Margarita. Todas las primaveras, excepto cuando se le olvida, viene Peter Pan a buscar a Margarita para llevársela al País de Nunca Jamás, donde ella le cuenta mil cuentos de los que él mismo es héroe y que él escucha con ansiedad. Cuando Margarita crezca, tendrá una niña que, a su vez, será la madrecita de Peter Pan y así sucederá siempre, siempre, mientras los niños sean alegres, inocentes...y un poquito egoístas” (James Matthew Barrie)

4 comentarios:

JAL dijo...

Pido perdón por haber dejado esta historia colgada tanto tiempo. No he podido organizarme para seguir escribiendo y visitando vuestros blogs. Junto a las tareas diarias, se me ha sumado un nuevo trabajo como bibliotecario. Esta historia tiene un epílogo que estoy preparando y que no sé cuándo, o si lo publicaré. También queda pendiente el relato de cuando vaya a visitar la cueva.

Un saludo muy grande a todos, gracias por seguir ahí, y... ¡NOS VEMOS EN LAS ESTRELLAS!

Verena Sánchez Doering dijo...

mi querido amigo, tienes una capacidad increible de escribir, y la historia haces que uno logre no parar de leer
te felicito
si tienes esta capacidad, podrias escribir un libreo, piensalo
gracias por tus saludos en Fragmentos
si tengo 7 blogs, solo ansias de letras y nada mas
te dejo un abrazo y cuidate
besitos


besos y sueños

Verena Sánchez Doering dijo...

uiiii sabes tocar esas pequeñas cosas, es una cancion maravillosa
Serrat tiene una magia especail con algunas canciones
mil abrazos y gracias
besitos y que estes bien


besos y sueños

Unknown dijo...

Lo repito un millón de veces: me fascina cómo escribes =)
Imaginé claramente una voz algo ronca contando la historia de la niña llena de luz, el tono, las exclamaciones...
No todos los que escriben logran hacer captar al lector esa escencia de cada personaje.
Me alegra mucho que hayas vuelto =P
Mil gracias =)
Saludos!!